Habría que estar allí para sentir el placer de verlos, escucharlos, corearlos, hacerles bromas, y, además, sentir la impotencia de no poder guardarte ese momento en el bolsillo para ponerlo en un cuadro. Pienso, incluso, que ni siquiera filmar el performance de este grupo le haría justicia a la nostalgia más adelante, porque la energía del evento parecía tener algo poderoso y sagrado.
El argentino Noel Schajris y el mexicano Leonel García, vocalistas de Sin Bandera |
EL IMPONENTE PIANO de coral estaba en medio del
escenario, frente a nosotros.
La lluvia se
había desatado en la ciudad minutos antes. Las gotas caían perpendiculares como
si fueran flechas traslúcidas que iluminaban las pistas hacia el Club Trujillo.
Allí se iba a presentar Sin Bandera, el dúo baladista más grande de los últimos
tiempos. Y eso me parecía increíble.
Frente al extenso
piano que nos observaba como a escasos seis metros de distancia, estaban las
sillas de plástico blancas, alineadas según la disposición del evento. Ya eran
las siete de la noche y no se completaba ni la mitad del aforo. Una multitud de
sillas vacías perladas por gotas de lluvia estaban muertas e inmóviles a
nuestro alrededor. En el escenario, ágiles hombres y mujeres vestidos de negro
entraban y salían, conectaban aparatos, hacían pruebas de sonidos.
A las nueve y
quince minutos, aquel 13 de febrero en la ciudad de Trujillo, sin más preámbulo que la vibración
del nerviosismo en los cuerpos de los fans, se pudo escuchar las primeras notas
de su icónico tema: “Mientes tan bien”. Ambos cantantes aparecieron vestidos
también con trajes negros. El público se estremeció como si fuera un solo
monstruo o una bestia que responde a la llamada de un flautista entrenado en
artes mágicas. Acabando el tema, agradecieron amorosos y humildes a su público
por haberlos acompañado esa noche y por cantar sus éxitos. Este agradecimiento
se repetiría constantemente.
Con solo el
primer sencillo, valiéndose de un artilugio propio de un cantante experimentado,
Noel ya se había echado el público al bolsillo, pues había modificado uno de sus versos, el cual quedó así:
Que, si
sigo tu camino, llegaré a Trujillo…
A diferencia de
otros artistas que, con fines de marketing, tratan de posicionar sus nuevos
temas en el corazón de sus fans, considero que ellos fueron empáticos, pues nos
dieron lo que todos habíamos ido a buscar. Con esto me refiero a que cantaron —a
todo pulmón, entonados y con su voz lastimera llena de melodías— temas clásicos
como: “Que lloro”, “Que me alcance la vida”, “Entra en mi vida”, “En esta no”, “Te
vi venir”, “Suelta mi mano” y un largo etcétera que acabó por bombardear al
público de una nostalgia sin límites y un romanticismo a prueba de fuego y…
¿lluvia? Así es. La lluvia, como si fuera un hermoso telón, había enrollado
poéticamente sus cortinas a través de una pausa que duró todo lo que duró el
concierto. Y, como si la naturaleza estuviera a la orden de estos cantantes
extranjeros, cuando el concierto se hubo acabado, la lluvia siguió su curso.
En cuanto al
servicio del Club Trujillo, hubo algo que nos dejó con un mal sabor de boca. Y
es que, tratándose de Sin Bandera, era lógico que debían colocar a disposición más
de un establecimiento de comida. Pero no fue así. Tan solo una larguísima cola
para comprar “choripán” a diez soles era lo que había. Así, muchos de ellos,
por tratar de hacerse de la comida, la única opción en todo el establecimiento,
se perdieron de los primeros valiosos minutos del concierto.
La nota
pintoresca la puso también Schajris cuando, al inicio, expuso al cantante
de cumbia Christian Yaipén, quien había llegado acompañado de Jenifer Henríquez,
su esposa. El baladista argentino dijo: “Un aplauso para mi amigo Christian.
¡Qué bonito se ve junto a su esposita! Él ha venido dos horas desde Chiclayo.
Un aplauso para él”. Acto seguido, imitó a Christian interpretando “Eres mi
bien”.
Sin Bandera no
dejaba de halagarnos con sus melodías. Pienso que el clímax del concierto tuvo
lugar cuando, de un momento a otro, casi en los últimos minutos del show, anunciaron
que iban a cantar un tema que les había abierto muchas puertas. Y allí fue
cuando todo el público, que ya tenía abarrotado al local, (nunca vi fans tan impuntuales)
coreó como si fuera un himno patrio la canción “Kilómetros”.
Parecía que
todos, a viva voz, estábamos conectados a un solo corazón que cantaba y hacía
música.
Ambos cantantes no dejaron de derrochar talento y carisma, así como tampoco dejaron de agradecer las muestras de afecto |
Es cierto. He
ido a muy pocos conciertos en mi vida. Sin embargo, soy consciente de que aquel,
tal vez, sea el recital más hermoso y lleno de afecto que veré en mi existencia.
Habría que estar allí para sentir el placer de verlos, escucharlos, corearlos,
hacerles bromas, y, además, sentir la impotencia de no poder guardarte ese
momento en el bolsillo para ponerlo en un cuadro. Pienso, incluso, que ni
siquiera filmar el performance de este grupo le haría justicia a la nostalgia
más adelante, porque la energía del evento parecía tener algo poderoso y sagrado.
Llegadas las
doce, como si se tratara de una cenicienta musical, el grupo apagó las luces.
Parecía que se había marchado. En mi mente, pasé lista y proclamé: “¡Yo vine
por ‘Sirenaaaaa’; yo vine por ‘Sirena’!”, pues era uno de los pocos temas que
quedaban pendientes y, además, uno de mis favoritos. Aún no se completaban las
dos horas, faltaban quince minutos más y el público lo había notado. Se
percibió cierta incomodidad. Los de la zona Platinum, —medio en broma, medio en
serio—, empezaron a gritar: “¡Mis quinientos soles! ¡No se vayan!” Y fue en ese
instante en que volvieron los destellos dorados y ellos ingresaron para
interpretar su última canción: “Sirena”. Para ello, Noel dijo que confiaba en sus
fans, que sabía que eran educados y pidió al personal de seguridad que nos
dejaran llegar hasta ellos.
En un tropel
desesperado y nada romántico, la gente se amotinó y luchó por alcanzar primero a
sus artistas. Ambos cantantes se inclinaron para tocar las manos de su público
y nos regalaron los últimos acordes del evento, siempre agradeciendo.
En el retorno, finalizado
el show, la lluvia volvió a cubrir Trujillo. Y nosotros volvíamos con el
corazón lleno de música, amor y esperanza, aquella noche inolvidable.
¡Gracias, Sin Bandera!
Flyer promocional del evento en Trujillo |
Chiclayo,
19 de febrero de 2023