viernes, 30 de agosto de 2024

“EL TARTUFO” DE LA ALIANZA FRANCESA ME HIZO REÍR A CARCAJADAS


Por: Ernesto Facho Rojas*

  

De allí, de entre esas voces, escuchamos el timbre agudo de María Grazia Gamarra (la criada Dorina), enfundada en unos pantalones marrones y con una evidente giba artificial. Ese contraste sonoro ha sido, de alguna forma, una de las principales columnas de esta historia, algo que no pude percibir al leer la comedia. La otrora protagonista de la serie “Al fondo hay sitio” le hizo honor al apodo que se pone en las redes sociales, ya que nos sacó varias sonrisas.

 

Cartel promocional de “El Tartufo” de Moliere, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra. 

Antes ya había sentido la plenitud del goce estético al ver “Otelo” de Shakespeare, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra. Y me pareció una puesta en escena sublime, como si me mostraran los personajes temblando desde las mismas páginas de un Shakespeare que toca el cielo con la punta de los dedos, en plena lucha con el ángel.

 De pronto, en mayo, se anunció “El Tartufo”, también del mismo director y repitiendo a figuras como María Grazia Gamarra, Alonso Cano y Fernando Luque. Con aquel precedente, me dije: «No me la puedo perder».

A continuación, dejaré registro de algunas impresiones que tuve al experimentar una vez más el milagro histriónico de aquellos talentosos actores, quienes le dieron vida a uno de los embusteros más grandes de la literatura universal.

La obra empezaba a las ocho de la noche y la cita era en la Alianza Francesa de Miraflores, el 1 de agosto. Después de dar un largo paseo por el malecón de Miraflores, apreciando la apasionada figura de los amantes en El Parque del Amor, luego de recorrer el Parque Chino y procurarnos, junto con Yasanny sus padres, un delicioso almuerzo en uno de los elegantes restaurantes de Larcomar, acudimos al teatro. Había afuera una larga fila esperando por esa criatura fabricada por Moliere.

Portada de la obra “El Tartufo”, una comedia en cinco actos escrita en versos alejandrinos por Molière y estrenada en París el 5 de febrero de 1669. 

Al ingresar, de golpe, nos topamos con la atmósfera, entre hierática y pintoresca, de los personajes que rezaban el rosario. Parecía que habíamos llegado a presenciar un ritual cristiano, el cual se prolongó por unos minutos, con gran efusividad. Luego entendí que aquella escena, la cual no pertenece al guion original, era una especie de introducción, mientras el público se ubicaba en sus butacas respectivas.

Desde el doble privilegio que representa la primera fila, pude respirar a Moliere. Allí estaba una vez más Fernando Luque (Tartufo), poseído por otro espíritu, completamente distinto al Yago que aprecié en el “Otelo”. Se mostraba al lado izquierdo del escenario, subido en un banco antiguo, mientras debajo los personajes atacaban y defendían, con igual pasión, las acciones del protagonista.

Detrás de él había una cruz de hierro. La música de los diálogos empezó a llenar el ambiente de forma natural. De allí, de entre esas voces, escuchamos el timbre agudo de María Grazia Gamarra (la criada Dorina), enfundada en unos pantalones marrones y con una evidente giba artificial. Ese contraste sonoro ha sido, de alguna forma, una de las principales columnas de esta historia, algo que no pude percibir al leer la comedia. La otrora protagonista de la serie “Al fondo hay sitio” le hizo honor al apodo que se pone en las redes sociales, ya que nos sacó varias sonrisas, —incluso algunas estridentes carcajadas— con sus oportunas intervenciones.

Si bien es cierto cada actor estuvo a la altura de las circunstancias, mostrándose cómico y caricaturesco para los propósitos de la historia, también me gustaría mencionar esa importante fuerza histriónica que le aportó Alonso Cano al ponerse en los zapatos de Orgón. Con su inquieto peluquín dorado con forma de hongo, a manera de una aureola que reflejaba la inocencia de quien se dejan engañar, iba corriendo de un lado a otro. También se dejaba poseer por el Espíritu Santo, se desmayaba, hacía las veces de abogado y, en uno de los momentos cúspide de la obra, nos sorprendió atravesando el escenario como un felino al ejecutar con pulcritud un difícil volantín de ninja.

El triunfo de aquella inesperada pirueta dejó boquiabierto al público que lo aplaudió, mientras él seguía escondiéndose torpemente del Tartufo.

Jean Pierre Gamarra, director peruano de gran trayectoria, quien no solo ha dirigido clásicos como “El Tartufo”, sino que también fue el encargado de “La vida es sueño”, “Otelo” y “El misántropo”, entre otras obras. 

Una escena que comentamos mucho con mis suegros y Yasanny, mientras abandonábamos el recinto y buscábamos la forma de tomarnos algunas fotos o grabar videos, fue la de Alejandro Tagle (Damis, hijo de Orgón).  Por un instante, el joven se ubicó en medio del escenario y cogió una especie de cordones invisibles de donde tenía amarrados nuestros corazones. Él prometía desenmascarar al impostor con las siguientes palabras, mientras los ojos de la Alianza Francesa lo seguían con asombro: «Vos tenéis vuestras razones para obrar así y yo tengo las mías para proceder de otro modo. Querer encubrir a este hombre es locura».

Tuve el atrevimiento de escribirles a Éxodo Teatro, los encargados de hacer nacer a los clásicos del teatro universal y hacerlos respirar el aire tenso y gris de Lima. Mi objetivo era conversar con Fernando Luque, actor que esta vez nos volvía a sorprender con su magia para transformarse como lo hace el agua, tomando la forma de los personajes que lo contienen. Me dijeron que le iban a pasar la voz, que llegaba tarde y se iba temprano, que dictaba clases. No tenía muchas esperanzas de concretar el encuentro. (Les escribí mientras me preguntaba dónde estaba el león blanco y por qué, allí en el Parque de las Leyendas, yacía tan sola la leona sin el macho). Y sí llegué a comunicarme con él, pero nuestros horarios no pudieron coincidir.

Gracias de todas formas, Fernando.

¿Se imaginan si en vez de una crónica hubiera subido una entrevista y unas fotos con Fernando? Hubiera sido un muy grato recuerdo.

Dejando a un lado mi ambición y abrazando los momentos de la puesta en escena, recordando, por ejemplo, la pintoresca tensión erótica donde pude apreciar algunas lágrimas reales puestas como un par de perlas en el rostro de Elmira (Amaranta Kun, ¡qué gracia y qué pasión para interpretar!) dados los privilegios de la primera fila, me ha parecido un espectáculo digno del primer mundo. Aquel ha sido, una vez más —de la mano de Éxodo y Jean Pierre Gamarra y de sus actores—, otro evento que guardaremos muchos, muchos de los asistentes, como una joya que llevaremos en nuestros corazones.

Sabemos bien que la hipocresía es inmortal. Entonces, por los siglos de los siglos, que sigan reviviendo en los teatros el espíritu y el genio de Moliere.

¡Amén!

Imagen del elenco de “El Tartufo”. Fuente: Lima en escena. 


Lima, sábado 3 de agosto de 2024

5: 16 a.m.

 

*Docente, escritor y booktuber