Por:
Ernesto Facho Rojas
Flyer promocional de la obra, escrita por Roberto Ramos- Perea |
Vamos
a decirlo de una vez: ¡he quedado impactado!
Acabo
de salir del local, de ese ambiente sombrío con luces púrpuras y focos rojos, y
me he descubierto temblando de emoción. Y todo esto tiene que ver con el drama
que he presenciado hace unos instantes.
Había
visto en un post de Cindy Muñoz, una joven actriz que vive en Trujillo, el
anuncio de una obra de corte erótico. En un reel de Instagram, se puede ver una
mano saboreando un muslo moreno de mujer, suave y lentamente.
Como
tenía algunos asuntos familiares que ver en la Ciudad de la Eterna Primavera,
no me pude perder dicho evento. Y asistí.
Se
trata de un Colectivo de teatro llamado El grito, cuyo local funciona al
interior de un bar. Y a pesar de que el aforo es limitado, esas cuestiones,
gracias a la energía y el aura mágica de esta disciplina, siempre terminan pasando a
segundo plano.
A
la entrada, uno de los actores, subido en una mesa del bar, nos recibió y nos
dio la advertencia de lo que íbamos a
encontrar dentro. El lugar –una vez más, sombrío— con las actrices de espaldas
frente a nosotros, a una distancia corta, le daba a la función un toque de
intimismo.
Nos
dieron unos antifaces. Sin embargo, en este escrito no se ha de revelar el fin
de dicho objeto. Arruinaría la emoción y el propósito de tan sensitivo despegue
de la historia.
Mercedes
Casanova es la hija de un afamado dramaturgo de la Cuba de los años treinta. Se
supone que todo es un largo diálogo entre ella y Vicky, una bella catedrática también con mucho prestigio, a quien Mercedes le quiere encargar un estudio
para revalorar la obra de su difunto padre.
De
manera misteriosa, se van revelando más y más datos sobre el desaparecido
escritor, Mario Casanova, quien ha dejado, entre las pertenencias facilitadas a
la catedrática, el manuscrito de una obra que contrasta con todas las demás, un
punto y aparte respecto a toda la producción anterior del autor en mención. Ese
título es “Besos de fuego”. De allí el nombre de la obra.
Flyer promocional de "Besos de fuego" |
Una
de las cuestiones más interesantes de la puesta en escena me ha parecido el
paralelo a la hora de narrar el diálogo entre las dos damas y la tórrida
historia de la mulata Teresa. Esta última aparece, como si fuera un seductor
fantasma, frente a nosotros con sus danzas de Herodías y Salomé, al ritmo de un
mambo triste, cuya melodía cae sobre el auditorio provocando a un tiempo los
sentimientos de la nostalgia y las convulsiones del erotismo.
Sin
embargo, a pesar de esa aureola de fuego, de esas chispas que nos hacían arder
no sé en qué llamas infernales mientras mirábamos de cerca a los personajes
vibrar, besar y sentir, también ha sido un punto fuerte de la dramatización las
profundas reflexiones en torno al erotismo en la literatura, la importancia de una
obra literaria y el rol de la mujer en el mundo de las letras.
Más
adelante, usted, futuro espectador, podrá ver cómo la historia sufre un plot twist (giro de trama) que acaba por
reivindicar a uno de los personajes, ofreciendo un contundente mensaje sobre las
mujeres como seres creativos y trasgresores.
A
título personal, quisiera agregar que, como espectador, me he sentido muy
complacido de observar y degustar la enormidad del talento y la dimensión de
esa pasión por las tablas que existe en Trujillo, mi ciudad natal. Este rincón
del Perú no deja de dar sorpresas y de luchar, tal vez en un medio menos hostil
que otros, por ofrecer un arte de calidad, uno que, sin lugar a dudas, no tiene
nada que envidiarle a cualquier otra obra de teatro a nivel latinoamericano.
Me
pregunto si, acaso, El grito tendrá la intención de hacer una gira por otras
ciudades. Ojalá muchas más personas pudieran hundir sus almas en la inquietante
y mágica atmósfera de este arte que me ha regresado a la ciudad donde vivo,
todavía viendo al ágil bailarín vestido de blanco y haciendo piruetas; a “Vicky
bonita” buscando la verdad entre libretas de apuntes; a Mercedes Casanova
despojándose de sus capas y abriéndose a la sinceridad; y a la mulata Teresa,
con una suave luz sobre su pelo, ejecutando una danza que la hace rugir como
una fiera, ebria de amor, ebria de impotencia, abriéndose a su hombre como si
fuera una flor sembrada en medio del abismo.
Trujillo, 6 de noviembre de 2022
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