sábado, 4 de julio de 2020

Santiago Aguilar, el poeta que partió a pedirle respuestas a Dios


Por: Ernesto Facho Rojas*

..tu eterna manera
de hablar a la tierra
donde un día nos juntaremos a compartir
la vida que nos faltó vivirla.
S. Aguilar, (2018). ¢Tempestad de la nada¢


En febrero del año pasado, Bethoven Medina —gran amigo y referente de las letras peruanas— me contactó a través del maestro Milton Manayay, docente de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, para presentar el producto de una trascendente gesta: Edición extraordinaria: Antología General de la poesía de la Libertad, libro que es una selección de poesía dentro de una centuria (1918-2018).
En aquella ocasión, pude presentar la antología en el Salón Consistorial de Actos de la Municipalidad de Chiclayo. Mientras exponía mi análisis, era consciente también de que algo importante se estaba llevando a cabo, dado que comenté a poetas del calibre de Marco Antonio Corcuera, Nixa, Alejandro Romualdo, Alcides Spelucín, José Watanabe y César Vallejo. ¡Qué honor!
Hace un mes, noté en las publicaciones de Facebook que despedían con sentidas palabras a una persona, cuyo nombre me había resultado familiar. Al revisar la información, confirmé que era de uno de los bardos de La Libertad.
Otra luz de poesía se había extinguido en la carne, pero no en la voz.
En la antología citada líneas arriba, Santiago, autor de títulos como Tinieblas Elegidas (1964), Confesiones fuera del almanaque (1970) y —hermoso título—: Coral de Roca (1984), aparece en la forma de cinco poemas,  donde nos muestra su pluma, la cual es dueña de una honda reflexión y cuestionamientos sobre el ser, el universo y el amor mismo. Este último elemento, en su poética, se identifica como algo inexorablemente ligado a Dios. Sin embargo, Santiago es un rebelde: duda, acusa, reflexiona, ironiza, se duele de los mismos dolores de los demás seres humanos y, finalmente, sube al pedestal con ese cáliz que es propicio a los poetas para tocar su lira.
Su poema Celebración de la madre es una honda plegaria de amor hacia ese ser sublime que él ha visto partir. Esta es una de las múltiples formas que adquiere la nostalgia por esa persona que no está y, desgarradoramente, nos deja un vacío inmenso como un abismo lleno de ecos y fantasmas. Aquí, el vate del Grupo Trilce, rememora —tristísimo— algunos de los pasajes vividos con aquel ángel de su infancia:

Madre
hoy entiendo por qué tendías tus manos al amor
y cual ave en infinito cubrías mis sueños
con el calor inmensurable
de tu imagen dibujada con las acuarelas del aire.

El día se presenta como una oportunidad para iluminar, con sus amorosos rayos, la imagen de la madre como un refugio para ese hombre que yace solitario con la pluma y el papel, con el corazón y su memoria. Los versos que cierran la elegía dicen: «¿A quién le fue dado el poder de hacer perder mi corazón en el olvido?»


Sin embargo, el poema que me hizo levantar la ceja e inclinarme hacia atrás en su lectura fue A modo de confrontar almanaques y contiendas. Estos versos no solo tienen un trasfondo existencial, (Santiago está frente al cosmos con sus huesos y un enjambre de preguntas), sino que ostentan poderosas alusiones bíblicas, con las cuales reclaman cierto aire hierático.
Asimismo, los versos avanzan con un ritmo que no solo golpea, sino que también seduce y canta: «Acorralado en el laberinto de mis propios fantasmas». En este sentido, el poeta nos explica que la vida es parte de un plan ideado por una Fuerza Superior («interpelo a los oráculos», ya todo está escrito); que tiene la idea de un ciclo («y volvamos todos a un polvo en que nacimos»); que en este mundo todo es cambiante, pero que el Amor permanece intacto y, esta, es la esencia divina, punto de partida y de llegada del hombre como criatura.
Cuando Santiago —en ese mismo poema— apunta «sin temor a que la tierra se rompa en pedazos», nos expresa la fe en un mundo trascendente a las ilusiones de la materia y la forma.
El poeta partió. En este momento, sus guías deben estar explicándole cuáles son los procedimientos que debe seguir en el proceso de su desencarnación. Así, debe estar revisando, palabra por palabra, cada uno de sus versos para ir desmenuzando el rosario de sus dudas, las cuales lo inquietaban mientras escribía y cumplía con su misión en la Tierra.
No tuve la oportunidad de conocerlo pero, a través de estas líneas, siento que lo abrazo en su poesía.
¡Feliz viaje, Santiago Aguilar! ¡Dios lo bendiga, poeta!




*Docente y escritor