martes, 17 de mayo de 2022

LÍBIDO, UN TORBELLINO DE ROCK EN MONSEFÚ

 Por: Ernesto Facho Rojas


 Tengo sed.

Te necesito para beber tu sangre

y convertirme en parte de ti.

Y ser algo o parte al menos,

porque no soy nada.

No soy nada escribiendo lo vivido.

Sed, Libido

Una selfie con el legendario vocalista de Libido: Salim Vera


Yasanny me había propuesto ir a ver a Libido con unos amigos del colegio CIMA. Acepté de inmediato. Aunque sé que es una de las mejores bandas nacionales, asistí sin esperar mucho. Pensé que podría oírlos a varios metros de distancia, relegado a las últimas filas desde donde a veces se escucha solo un hilo de voz junto al sordo rebote de la música. Sin embargo, este último domingo 15 de mayo me llevé una muy grata sorpresa.

Después de almorzar en casa de mi novia, abordamos un taxi junto a dos profesores más. Juguetón, el maestro Alain Ñiquen comunicaba por teléfono que habían cancelado el evento, pues el concierto no contaba con los permisos. Mi espíritu rockero, adormecido por la ventisca helada de esa noche, había exhalado un suspiro de alivio. De todos modos, fuimos hasta Villa Romero´s en Monsefú y allí esperamos a quienes iban a alcanzarnos las entradas.  

Como teloneros, encontramos a la banda Cix Pack. Ellos interpretaron algunos temas de los ochenta, alternando con temas en inglés; la gente estaba adormecida. Parecía que el geniecillo del rock estaba ausente, ahorrando energías para coincidir con la siguiente banda, la más esperada de la noche: Libido.

Cuando Cix Pack se cansó de despedirse con más temas noventeros, se hizo una pausa. El letargo se acentuó aun más y las personas seguimos el rastro de la humeante carne que salía de las estufas al aire libre. Aunque los anticuchos no eran para mí, me procuré una deliciosa porción de papitas y yucas con ají. De pronto, la temperatura empezó a acomodarse, algo estaba encendiéndose en silencio, mientras el susurro de las personas tejía una especie de manto azul bajo la noche, mientras llegaban más personas y el auditorio parecía que iba a llenarse.

No sucedió. En la parte de atrás, había una piscina; cerca de la piscina, la puerta trasera. A mi izquierda, vestido de traje oscuro y con unas zapatillas blancas, apareció Salim Omar Vera Villar, alguien a quien había visto —por primera vez— gracias a la magia de un pequeño televisor de perilla. Sí, allí estaba el famoso vocalista de Libido. Caminaba ligeramente apresurado y nos daba la espalda, mientras avanzaba hacia los baños.

La imagen que tenía de Salim era equivocada. Los medios de los noventa le habían construido una fama de pedante. Por ello, me acerqué tentando el territorio, mirando con desconfianza a los gorilas que hacían las veces de seguridad con sus chalecos anaranjados, signo inequívoco de su vasallaje. Sin embargo, al llegar a él casi con el consentimiento tácito de sus ciclópeos guardianes, le pedí una foto y, con un gesto muy amable y complaciente, me dijo: «Ya, bacán».

Volvimos emocionados al grupo de los docentes. «Ya justificaste tu entrada» le habían comentado a Yasanny y sí, ya estaban justificados el frío, la espera, el cansancio, incluso la pesadez del día siguiente en la jornada de las clases matutinas. Allí estaba Libido, con Salim de perfil, subiendo al escenario por la delgada escalinata.

Y se hizo el rock en Monsefú, aproximadamente a las diez de la noche.

La diferencia con la banda anterior tenía las dimensiones de un abismo. Cuando lo vi hacer rugir al público de alegría, estremecerlo, sacudirlo con sus temas clásicos, entendí lo que significaba llenar un escenario. Libido no solo es una banda de rock, sino que su vocalista es un performer estupendo que, a diferencia de los teloneros, casi no se detenía a hablar para tomar aire entre canción y canción. Era una máquina de rockear, de expulsar música, de convertir el aire de sus pulmones en armas que alimentaban la nostalgia de los noventa, allí donde casi ya no quedaba ni el recuerdo del frío que nos había castigado minutos antes. ¡Salve, Libido!

En el Villa Romero's, Libido, una banda que derrotó en los MTV Latinos a grupos como Los prisioneros, Javiera y los imposibles y La Ley

Luego escuchamos al vocalista decir frases como: «El reggaetón no es música», «Mi sueño es cantar con Bad Bunny», «Quiero que Bud Bunny me enseñe a cantar» y, la más triste de todas: «A veces la vida es injusta». Ciertamente, Libido es una banda que sigue vigente, pero ha perdido mucha presencia en los medios. De las tocadas frente a veinticinco mil personas y los conciertos en EEUU y sus giras por Chile, Argentina, Colombia y Venezuela, ¿queda algo? Fue un honor tenerlo más de una vez a unos centímetros, confundido entre el público, dejando la estela invisible de aquel suave perfume que llevaba en sus manos sin tatuajes, cantándole de cerca a alguna que otra fan, pero… ¿qué tanto perjudicaron a Libido los otros géneros vigentes? Pareciera que mucho, pues la ironía de Salim para con la música urbana seguía llegándonos con la venenosa brisa del resentimiento.

Al final, después de haber saltado del escenario más de una vez, después de haberse lanzado al piso y de haber dejado toda su energía en ese momento que nos quedará grabado por mucho, mucho tiempo, lo vimos despedirse. A la distancia, el caballero, el adalid de los noventa, ese mismo que derrotó en los MTV Latinos a grupos como Javiera y los imposibles, La Ley y Los prisioneros al llevarse con su banda el premio a Mejor artista suroeste, se alejó del escenario. Como una sombra, lo cubrieron otros rostros a los que él se volvió y en los que lo vi cobijarse por momentos. Era, tal vez, el último consuelo de ese gran artista que hizo detonar su música frente a unos fans que no dejaban de aplaudirlo ni de posar junto a él.

La señora del quiosco, apurada, cerró su puesto y corrió en dirección a Salim; ella también consiguió una foto con él. En ese instante, nos retiramos del lugar. Habíamos vivido una noche memorable.

Y entonces pensé que sería una buena idea escribir una crónica sobre aquella explosión de rock que tuvo lugar en Monsefú, aquel domingo en que nos vimos arrastrados por ese torbellino llamado Libido. 




Chiclayo, 17 de mayo de 2022

2 comentarios:

  1. Un agrado, poder recibirlos en Villa Romero`s y agradecidos disfrutaran de esta noche magnifica en la cual estuvimos tan cerca a una Leyenda del Rock peruano, y leer este blog con tanta pasion por estar en este concierto es tan alentador por despues de lo ocurrido supimos darles un grandioso show en las instalaciones, agradecidos por la pequeña nota.

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  2. Espectacular un evento inolvidable

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